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EL CRITERIO DEL DÍA

Semana Santa

Para mucha gente semana santa representa una fecha cultural, para otros un día de descanso pero qué se celebra realmente en semana santa.

En ella se conmemoran los últimos días de ministerio público de Jesucristo, fue una semana intensa para el Señor con dos puntos culminantes, su muerte y su resurrección.

Pero por qué tenía que morir Jesús, los judíos esperaban un mesias guerrero que los librara del dominio romano y cuando descubrieron que ese no era el propósito del mesías lo mataron.

Ellos no sabían que Jesús venía a librarlos de un imperio más poderoso que el romano y tampoco sabían que al matarlo estaban cumpliendo plenamente su plan. Con su muerte Jesús abría un camino de libertad del mal y el pecado para todo aquel que pone su fe en Él.
Forwarded from Dr. Smith blog (Dr. Smith .)
Pensamientos a Contracorriente

"La otra cara de la unción"

✍️ Carlos Raúl Macías López

Hoy, más que nunca, se habla desde nuestros púlpitos de unción, ungidos y ungimientos. Y eso está muy bien.

Tal vez porque, según Hechos 2: 17, 18, “... sucederá que en los últimos días, dice Dios, derramaré mi Espíritu sobre todo el género humano. Sus hijos e hijas profetizarán, tendrán visiones los jóvenes y sueños los ancianos. En esos días derramaré mi Espíritu aun sobre mis siervos y mis siervas, y profetizarán"

Si bien es cierto que cada promesa hecha por el Señor se ha de cumplir cabalmente, también he observado con mucha preocupación, que la unción de la que se habla en éstos tiempos, tal parece que solo aplica a soñar como José, liderar como Moisés, conquistar como Josué, hacer milagros como Elías y Eliseo, reinar como David, prosperar como Salomón, y echar fuera demonios y sanar enfermos, como Jesús.

No niego que la unción del Espíritu nos capacite para soñar, liderar, conquistar, hacer milagros, sanar enfermos, resucitar muertos y echar fuera demonios. Pero hay un aspecto de la unción, que muchas veces pasamos por alto, toda vez que la reducimos a la espectacularidad de una reunión dominical cuando, imponiendo las manos, las personas caen al suelo, temblando y llorando, bajo los efectos del Poder de Dios, en el mejor de los casos.

Pero, ¿es eso todo? No. El espectro de la unción es mucho más amplio.

La unción, al igual que una moneda, tiene otra cara, menos visibilizada, no sé si por tradición o ignorancia, que se pone de manifiesto cuando nos negamos a nosotros mismos y tomamos nuestra cruz, para ir en pos de Jesús. Dicho de otra manera: para poder vivir según los estándares de Dios, necesitamos la unción, además, para formar un carácter conforme a la estatura del Varón Perfecto.

En ese sentido, no siempre la Unción del Santo se expresa en términos de milagros, prodigios y señales, como algunos hermanos carismáticos creen.

Veremos la unción allí también guiando al pecador al arrepentimiento, conveciendolo de pecado, como aquel hijo rebelde que regresó a los brazos de su amoroso padre, luego de haber malgastado todos sus bienes, viviendo perdidamente con rameras.

¿Es que acaso no estaba la unción haciendo acto de presencia, cuando Juan el Bautista, denunciando el pecado de Herodes, estuvo dispuesto a ser decapitado, o cuando Esteban fue apedreado simplemente por predicar la verdad, ante una furiosa multitud?

¿Y qué me dicen de la unción operando en Pablo, en función de que pudiera enfrentar, "... sufrimientos, privaciones y angustias; en azotes, cárceles y tumultos; en trabajos pesados, desvelos y hambre", de acuerdo a 2 Corintios 6: 4, 5 ?

Alguien tan ungido como el apóstol a los gentiles, resumió su vida con éstas palabras en 1 Corintios 4: 9-13:

"... a nosotros los apóstoles, Dios nos ha hecho desfilar en el último lugar, como a los sentenciados a muerte. Hemos llegado a ser un espectáculo para todo el universo, tanto para los ángeles como para los hombres. ¡Por causa de Cristo, nosotros somos los ignorantes; ustedes, en Cristo, son los inteligentes! ¡Los débiles somos nosotros; los fuertes son ustedes! ¡A ustedes se les estima; a nosotros se nos desprecia! Hasta el momento pasamos hambre, tenemos sed, nos falta ropa, se nos maltrata, no tenemos dónde vivir. Con estas manos nos matamos trabajando. Si nos maldicen, bendecimos; si nos persiguen, lo soportamos; si nos calumnian, los tratamos con gentileza. Se nos considera la escoria de la tierra, la basura del mundo, y así hasta el día de hoy"

No es posible vivir a ese nivel de espiritualidad, pasión y sacrificio, sin la asistencia de la unción, en su estado más puro.

No recuerdo la última vez que escuché a un predicador hablar de la unción, en estos términos tan dramáticos y sobrecogedores. De hecho, jamás he escuchado a nadie vincular la unción con otras cosas que no sean los milagros, las sanidades, y los prodigios.

Hemos particionado, a conveniencia, el asunto.
Solo se escucha hablar de cuestiones sobrenaturales. "¡Vengan aquí delante los que desean recibir una unción fresca del Espíritu!", es la clave. Automáticamente multitudes corren, ávidas y sedientas de su presencia, al altar, y de lo otro, nada. El saldo: creyentes cayendo al suelo, temblando, llorando, y hasta ahí.

Y para que el instante de gloria no quede en el olvido, dejamos constancia gráfica, y directo a Facebook, con la etiqueta, "Dios nos ha visitado"

Un rato después, esas mismas personas se levantan, regresan a sus respectivos asientos, con la impresión de que la unción impartida ya no les será útil para el resto del día. Luego, ya en casa, sin erizamientos ni sacudidas, siguen sin saber cómo perdonar al jefe abusador, ministrar al hijo adolescente descarrilado, lidiar con las crisis en su matrimonio, resistir la tentación, y perseverar en la santidad y el temor de Dios.

Nos enseñaron un día que, "... la vida cristiana se vive de experiencia en experiencia...", quedando así la fe en un segundo plano. Y les creímos, para desgracia nuestra. Es más, hemos repetido
esa consigna a los cuatro vientos, sin discernir su significado, y sobretodo, sin confirmar que tal frase no aparece en las Sagradas Escrituras.

Vivir de la experiencia es muy peligroso y ficticio, porque la experiencia lleva el sello de la subjetividad, y la subjetividad está condicionada por las emociones, los sentimientos y las circunstancias, cuestiones que no constituyen la Autoridad de lo que es la Verdad.

"¡Tienes que buscar tener una experiencia diaria con el Espíritu Santo!", ha sido el slogan, quedando reducida nuestra relación con Él a un culto, o a una hora y media de oración. Cuando en realidad deberíamos estar conectados con el Padre 24/7, independientemente a que nos impongan las manos o estemos arrodillados en nuestra cámara secreta.

Entonces si no experimentamos esas sensaciones tan estereotipadas, pues nos parece que repentinamente el Cielo se volvió de bronce y el Eterno nos dió la espalda.

¡Iglesia, la unción ya está, permanentemente, en cada creyente. No tienes que buscarla, ni mucho pagar un precio para obtenerla. Te fue dada por Gracia el día que creíste. Lo único que nos corresponde hacer es cuidarla, no apagando ni contrastando al que la imparte: Su Espíritu!

Consideremos Efesios 1: 13:

"Desde que oímos el mensaje de la verdad, el evangelio que nos trajo la salvación, y lo creímos, fuimos marcados con el sello, que es el Espíritu Santo prometido" (NVI)

De ahí que, "... nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en nosotros y al que hemos recibido de parte de Dios. Nosotros no somos nuestros propios dueños" 1 Corintios 6: 19.

Por otra parte...

El apóstol Juan nos deja muy claro que...

"Todos nosotros, en cambio, hemos recibido la unción del Santo, de manera que conocemos la verdad" 1 Juan 2: 20.

Continúa...

"En cuanto a ustedes, la unción que de Él recibieron permanece en ustedes, y no necesitan que nadie les enseñe. Esa unción es auténtica, no es falsa, y les enseña todas las cosas. Permanezcan en Él, tal y como Él les enseñó" 1 Juan 2: 27.

¿Leyeron eso? "... la unción nos enseña todas las cosas..." Tanto lo concerniente a los Dones, como al Fruto del Espíritu. Es una revelación indivisible y equilibrada. Entonces, ¿con qué potestad venimos a sobrenfatizar unas cosas, en detrimento de otras?

La unción fulmina todo nuestro ser, y a través de nosotros, alcanza a quienes nos rodean. Al imponer las manos, orar por un enfermo, echar fuera un demonio, la unción que hemos recibido se activa, del mismo modo que cuando perdonamos a quien nos ha herido, servimos a nuestro prójimo, y practicamos la hospitalidad y la piedad.

Dar un abrazo, un consejo, un beso, acompañar al huérfano y a la viuda, extender la diestra en señal de compañerismo, requiere de la misma unción que se necesita para ministrar a una mujer que desde hace dieciocho años tiene espíritu de enfermedad, y anda encorvada, y en ninguna manera se puede enderezar.
La unción que nos capacita para obrar en lo sobrenatural, también nos ayuda en el día a día, en algo tan imprescindible como crucificar la carne con sus pasiones y deseos, por amor a Cristo, allí donde nadie nos ve, excepto Él.

La unción efectiva comienza en lo íntimo, y se exterioriza en lo público. No funciona al revés.

Porque al final, mis queridos lectores, la unción no visibiliza al ungido, sino Al que lo ungió.
💞¿Dónde llevar tu corazón destrozado?

✍️Escrito por Josh Squires

«Necesito ayuda. Tengo el corazón roto.» Es uno de los estribillos más comunes en el ministerio de consejería. Puede deberse a muchas causas diferentes: amor no correspondido, pérdida del trabajo, sueños aplastados, pérdida de pareja o hijos. No importa su raíz, el dolor es insoportablemente similar para quienes lo sufren. Y la pregunta que prevalece es: «¿Y ahora qué?»
Llora bien

Afligirse es tanto una acción como un sentimiento. Cuando los corazones están destrozados, las mejillas deben estar húmedas. Quisiera que no fuese así, pero esa es la verdad. Hay algo acerca de llorar que provoca un miedo increíble. Es un acto de vulnerabilidad que inunda nuestros pensamientos y sentimientos, dejándonos fatigados. No es de extrañar entonces, que las personas lo eviten como si fuera una plaga, o sientan que necesitan pedir disculpas por ello.

Las Escrituras no tienen una perspectiva tan negativa respecto al duelo. Dios no dice a Sus hijos que «¡cierren la boca!» Más bien Dios pone nuestras lágrimas en su redoma (Sal. 56:8) En una antigua tierra árida donde las botellas no costaban a peso la docena, estas solamente guardaban cosas valiosas. Es más, Dios mismo llora y no pide disculpas por hacerlo (Lc. 19:41-44, Juan 11:35). Cuando el corazón de Dios experimenta dolor, Sus mejillas no están secas, y no debe avergonzarte que tampoco las tuyas lo estén.

No es suficiente simplemente desahogar nuestras emociones, éstas necesitan ser pastoreadas (Sal. 120:1, 130:1). Los cristianos no son simplemente aquellos que lloran, sino aquellos que lloran bien. No es verdad que nuestro estrés, tristeza, enojo y emociones negativas solo necesiten una válvula de escape emocional para dejar salir la presión. Esta visión «hidráulica» de los afectos generalmente hace más daño que bien. Sin darnos cuenta creemos que apenas ponemos nuestra vasija sobre el fuego, comienza a dejar escapar el lamento.

En lugar de eso, la clave es conectar la válvula de escape emocional con la esperanza. Esto no significa que siempre y a cada momento necesitamos mantener un sentimiento consciente de esperanza a la par de nuestro dolor. Dios deja un espacio en las Escrituras para pasajes como el Salmo 88 y Job 3. Él no le pide al creyente que tome una visión optimista de la vida en el Señor, pero Pablo les recuerda a los tesalonicenses que su dolor es diferente a un simple fluir emocional (1Ts. 4:13). Su dolor está fundamentado en la verdad del evangelio que es el manantial de esperanza y de la vida misma (Ro. 15:13; 1Ts. 4:14-17). La esperanza del evangelio es el fundamento para un dolor sano. No siempre lo veremos o nos enfocaremos en él, pero está ahí. Y volverá a levantarse (Sal. 51:12).

🌷Acude a la oración

El dolor necesita oración. Es la comunión de nuestra alma con su Creador y Sustentador. Los salmos no son una colección de cancioncitas para creyentes, sino el vivo ejemplo de las oraciones de los fieles. La oración no se trata de cambiarle la mente a Dios sino de rendir a Él los más ardientes deseos de nuestro corazón, y confiar en Su control soberano sobre ellos, aun cuando esos deseos sean frustrados.

Cristo clama en oración en Su hora de mayor desesperación (Mat. 26:36-39). Y Pablo nos dice que cuando no sabemos cómo orar como debemos, el Espíritu Santo intercede por nosotros, acomodando nuestras oraciones conforme suben a la presencia del Señor (Rom. 8:26). Hay algo sobre la oración, acerca de darle al Señor esos pensamientos y sentimientos más íntimos, que flexibiliza nuestros corazones hacia el consuelo que solamente el evangelio puede darnos.

Dios ama escuchar las crudas oraciones espontáneas del corazón de Sus hijos (Sal. 62:8). Pero la oración es más que solo un vertedero emocional. Nuestras oraciones son oraciones a un Dios que en Su Palabra nos ha dejado provisión y se ha revelado a Sí mismo. En el dolor, nuestras oraciones y nuestra alma serán bendecidas al alimentarse de la Palabra de Dios.
2025/04/10 18:02:07
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